Estoy bastante de acuerdo con esta frase de John Dewey: “El hombre no vive como las bestias salvajes, en un mundo de cosas meramente físicas, sino en un mundo de signos y símbolos”.
La asertividad podría definirse como un recurso de la comunicación humana que nos permite expresar adecuadamente, es decir, de forma libre y sincera, nuestras necesidades e intereses ante el otro sin herirle.
Cuando una persona se comunica asertivamente siempre tiene en cuenta su manera de pensar y sentir y la del otro.
Los seres humanos nacemos con la capacidad de adquirir habilidades sociales siendo la asertividad una de ellas. Éstas son aprendidas con la práctica por eso actuar asertivamente resulta en ocasiones una tarea difícil.
La actitud asertiva se sitúa en un punto intermedio a dos conductas contrarias como son la pasividad y la agresividad.
La primera busca evitar el conflicto. Las personas que manifiestan una actitud pasiva se caracterizan por anteponer los derechos de los demás a los suyos propios. El hecho de ceder a los demás tiene que ver con la falta de capacidad para decir no.
El miedo al rechazo, al enfado o a la perdida de amistades suele motivar esta conducta.
Por contra, las personas que manifiestan una conducta agresiva anteponen sus derechos a los de los demás, defendiéndolos de manera inapropiada. En este tipo de conducta se recogen tanto la agresión verbal directa, que incluye amenazas, insultos..., la agresión verbal indirecta (sarcasmo, ironía) y la agresión no verbal (sacar la lengua, corte de mangas...) cuando el otro no mira.
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